Después de que escribiera valores nutricionales en las conservas de pescado, donde vimos las conservas de pescado más comunes, y su información nutricional, el siguiente paso, estaba claro: ¿qué salsa sería la mejor? ¿En aceite? ¿En escabeche? ¿En tomate? ¿Alguna combinación de ellas?
La comparativa la haré con las sardinillas, aunque será extrapolable a la caballa, o el atún. Una vez más, lo haré sobre la marca Hacendado de Mercadona, que son las que suelo consumir habitualmente, por ser donde suelo realizar la compra, y además por su calidad. No en vano, está producidas por Grupo Gil Comes (Francisco Gil Comes), los que comercializan estos productos también bajo su marca propia: El Menú.
Las conservas de pescado, son precisamente eso. Pescado, que una vez limpiado y cocido, se conserva en algún tipo de fluido o salsa.
Las variantes básicas son en aceite de oliva, en aceite de girasol, en escabeche, y en tomate. De ellas hay derivados como las picantonas que sería similares a las con tomate, en aceite de girasol al limón o en aceite de girasol picantes, que como su nombre indica vendría a ser aceite de girasol condimentado, o en aceite de oliva bajas en sal, que son aceite de oliva, pero con menos sal añadida.
El veredicto, no es tan claro en esta situación, porque la información nutricional, incluye no sólo las sardinillas, sino también su salsa. Es decir, consideran que no solamente ingeriremos el contenido escurrido. En mi caso, cuando son en tomate, mis predilectas como ya sabéis, mojo pan hasta terminar con toda la salsa. En cambio en escabeche, solamente unto dos o tres trozos, y en aceite, sólo uno o ninguno. Pero para igualar la comparativa, deberemos atenernos, a que nos comeremos el contenido íntegro de la lata.
En aceite, tendremos menos azúcares que en escabeche o en tomate (0g), por contra, la cantidad de grasas, aumentará notablemente, debido a su contenido en aceite, pero cabe recordar que son grasas «buenas» (insaturadas), ricas en Omega-3.
En escabeche, es como menos grasas consumiremos, seguidas de en tomate. Por último, en tomate es donde menor ingesta de sal y por tanto de sodio obtendremos. Sólo superadas por las en aceite de oliva bajas en sal, y las ahumadas en aceite de girasol, una variedad que aunque se ofrece con la marca El Menú, no lo hace como Hacendado.
Sorprendentemente, no se ofrecen al natural, es decir, sin salsa alguna, salvo el agua resultante de su cocción, cosa que sí que ocurre con el atún claro, y de la que desconozco el motivo.
No olvidéis de poner en práctica su consumo, donde os podréis iniciar fácilmente con mi receta de bocadillo de sardina.
Es curioso, pero en las conservas he vivido una evolución. Desde pequeño me gustaban siempre las de aceite y no acababan de satisfacerme otro tipo, notaba muy raro su sabor. Luego pasaron a gustarme las de tomate, y por causa de mi madre -que le encantaban las de escabeche-, acabaron convenciéndome las de escabeche, hasta tal punto que las de aceite me resultaban insípidas.
Últimamente mis preferidas sin embargo, siempre que puedo elegir, son al natural. Creo que no solamente son las más sanas, sino las que mejor mantienen el sabor del producto tal cual, sin disfrazarlo.
Obviamente para tu caso no creo que les encontraras sentido, Guti, porque poca gracia tendría mojar pan en una salsa de agua, no? 😀 Bueno, siempre se puede hacer uno la ilusión de que es un caldo 🙂
Por cierto, un interesante vídeo sobre la historia del envasado de conservas:
https://www.youtube.com/watch?v=easwPKkc1wU
Bianamaran, me pasó casi como a ti. De pequeño me gustaban en aceite, preferiblemente aceite vegetal, antes que de oliva, que siempre encontré muy fuerte. Luego con mi padre, me pasé al escabeche, pero ahora, suelo preferir en tomate, que «llenan más» de sabor.
Cuando el sabor no importa mucho, por ejemplo una ensalada, que vas a aliñar de todas formas, o para cocinar una salsa de pasta, prefiero al natural. Como bien dices, es más sano, y te evitas condimentos que no controlas.
Viendo el vídeo, me doy cuenta de cómo ha cambiado todo. Aunque digan que sigue siendo igual que entonces, las plantas de producción, apenas se parecen. Aunque eso sí, se mantiene bastante trabajo especializado, manual y femenino.
Fíjate que la mayoría de mano de obra se iba en el envasado, precisamente uno de los procesos que más se han automatizado. Lo que me ha sorprendido es que la selección sea manual, y que el llenado en algunas fábricas aún sea «a ojo».
Que recuerdos aquellas «llaves» para retirar la tapa, y qué rabia daba cuando se rompía la pestaña y tenías que tirar de abrelatas 😀
La llave de abrir las latas, es algo que marcó mi infancia. Ese era el indicativo entre lo que para mi era una buena lata, y una mala. La verdad que me encantaba, y no recuerdo que se rompieran. En realidad, recuerdo más cuando se rompía la anilla de las modernas. Los abrefácil cuando aparecieron. Imagino que por eso seguía prefiriendo las de la llave.
desde aquel post de los sandwiches de sardinas, tengo un par de latas en la alacena. Con un poco de arroz o frijoles que hayan sobrado del día anterior, te avientas una comida completa en lo que abres la lata y microondeas todo.
Así es Kabe, y en según que platos, te puedes ahorrar hasta el tiempo de microondas, con riquísimas ensaladas de arroz y pescado.
Me alegra haberte contagiado ese buen hábito.
Saludos Javier. Retomo este tema, a veces me entretiene repasar tu bitácora y a veces me sorprende encontrar algo nuevo, aunque tenga un tiempo. Interesante el tema de las sardinas, también soy un entusiasta del pescado enlatado. Personalmente, prefiero las sardinas a las sardinillas. La razón es que en las sardinas, se que estoy comiendo sardinas «de verdad». Luego contaré el porqué. La sardina, tradicionalmente pescado de clase humilde, se encuentra en fase de extinción en el Mediterráneo y cada vez son menos en las costas atlánticas europeas debido a la sobrepesca. Es por eso que casi todo el producto que se encuentra en el mercado sea marroquí. El banco canario sahariano les sigue dando mucho juego y son las factorías de capital francés las que se encargan de proporcionar sardinas enlatadas a casi todo el mundo. Luego están las sardinillas, ese producto que apareció hace como veinte años y que se ha hecho un hueco en el mercado de las conservas. Lo que poca gente sabe es que no son mayoritariamente sardinas, se trata de otra especie; el espadín. El espadín, es un pez similar a la sardina y que procede del Mar Báltico, concretamente de las antiguas repúblicas soviéticas. Es más compacto, más plano que la sardina, tiene un tamaño muy homogéneo, su sabor es más bien tirando a insípido, algo que contrasta con el potente sabor de la sardina, y además es un pez que al contrario que la sardina carece de escamas, cualidad que para muchos puede ser buena. Bien, el término «sardinilla» es una denominación inventada, pues la sardinilla como tal no existe, o es sardina o no lo es. Se trata de aprovechar un vacío legal en su denominación ya que sería incorrecto y fraudulento poner sardina cuando no lo es. El caso es que este producto importado y muchas veces elaborado aquí es el que encontramos en los lineales. En realidad no está mal y las consumo bastante, pero creo que no está mal informar de lo que realmente se trata. Espero que pasen muy bien lo que queda de verano. Un saludo.
Muchísimas gracias por el aporte Xiquet de l’ horta. Justamente comentarios como el tuyo son unas de las cosas que más me agradaban de la web. Vosotros aprendíais, pero yo también. Intuía algo extraño con las sardinillas enlatadas. Recuerdo cuando se lanzaron al mercado que eran bastante más caras que las sardinas. Sin embargo desde hace unos 5 años son más económicas y sobre todo, más fáciles de conseguir. Me sorprendía que un producto «elitista» se hubiera vuelto tan asequible, mientras que una conserva de batalla como las sardinas fuera comparativamente más cara.
Debía haber gato encerrado, o mejor dicho espadín. Sin embargo nunca indagué en ello, y si no fuera por ti, ni lo sabría. Estoy seguro además que este comentario ayudará a muchos otros.
Gracias por tu respuesta. Me alegro que te sea útil. La sardina en lata para comercializarse debía de tener un cierto calibre. Como ya se pescaban menos, empezaron a incluir las de menor tamaño, que hasta entonces eran descartadas y acababan en pienso, fertilizantes, caldo…etc.
Al principio eran más caras porque aunque eran más pequeñas eran sardinas de verdad y el incremento de precio se debía a que al caber más unidades en la lata el proceso llevaba más mano de obra. Después también se mermaron sus capturas y conseguir sardinas para enlatar era complicado, teniendo en cuenta que tradicionalmente tenía que ser un producto barato y asequible, sólo hay que ver el precio de las sardinas frescas en el mercado, llegan a estar a un precio superior a otro tipo de pescado aparentemente de mayor categoría. Me imagino que fue en ese punto donde se empezó a buscar un substituto que debía mantener la industria conservera y al mismo tiempo abastecer al consumidor de un producto tan popular. Aquí aparece el espadín, que por lo visto viene congelado desde su origen en el Báltico y es elaborado aquí.
Pues de nuevo, muchas gracias Xiquet de l’ horta. Intuía que esa variación de precio tenía que responder a algo, y efectivamente que inicialmente fueran sardinas genuinas, pero de menor tamaño encaja mucho. Muy agradecido por el aporte.
Un saludo.