Cuando empecé con la Xiaomi Miband 1S, la autonomía de su batería rozaba los 30 días. Pese a incorporar una pantalla, en la Miband 2 con una sola carga llegué a esos 30, a veces algún día más. Con la 3 la cosa fue aún mejor, llegando hasta 40. La Miband 4 redujo un poco esa cifra, hasta los 35, la 5 bajó drásticamente, hasta los 25 aproximadamente. Y finalmente con la Mi Band 6 hasta los 20.
Ciertamente a mayor hardware y mayor funciones en el software, mayor consumo energético. Tal vez sin darnos cuenta, estemos usando la smartband con mayor intensidad. Yo por ejemplo recibo muchas más notificaciones, lo que implica activar el vibrador/zumbador y activar la pantalla; por tanto, reduciendo la cantidad de energía en la batería. A la espera de recibir la nueva Mi Band 7, que no se si llegaré a reseñar en este espacio, mi reflexión es justamente otra.
A medida que se van sucediendo los ciclos de carga y descarga, la capacidad de la batería va disminuyendo paulatinamente. En un teléfono móvil con capacidades entorno a los 4.000 mAh o incluso más, una merma del 20% se puede llegar a notar. Pero en una pulsera inteligente con solamente 125 mAh, esa misma reducción es mucho más evidente. Así que de los 20 días de autonomía que me daba cuando era nueva, se ha quedado actualmente en unos 15. Es verdad que es una cifra cercana a la que da la marca china, afirmando una duración de batería de 14 días con un uso típico, pero yo no le doy un uso típico. No tengo el sensor cardíaco funcionando las 24 horas del día, ni tampoco el medidor de oxígeno. Simplemente me sirve para contabilizar mis pasos, las horas de sueño y recibir notificaciones.
Tal vez porque estoy a costumbrado a relojes solares, a pilas de larga duración y a movimientos automáticos, ese rendimiento de la batería se me queda muy corto.
Con la Mi Band 3 recuerdo haber marcado cifras de 51 días, casi dos meses. Probablemente meses tranquilos en los que usé menos el «wearable», pero un lapso de tiempo suficientemente largo como para permitirme guardar el cargador en un armario y tenerlo que buscar nuevamente cada vez que necesitaba una recarga. Ahora con esas 2 semanas de autonomía, no me queda otra que dejar el cable de carga por ahí rondando sobre una repisa. Simplemente no me sale a cuenta tenerlo que guardar para volver a sacarlo unos días después.
Así que me preguntaba, ¿qué autonomía debería tener un dispositivo inteligente? Por supuesto cuanta más mejor. Pero ¿con cuánta duración de carga nos conformaríamos? Mi respuesta, completamente personal y subjetiva, sería que 3 meses de autonomía empezaría a ser una cifra aceptable. Evidentemente cuanta más mejor, y llegar a los 6 meses podría ser muy interesante. Sin embargo pienso que a partir de ahí la ganancia sería poca. Lo que me incita a escribir esta reflexión es que da la impresión que estemos en una balanza, un tradeoff que no persigue la autonomía.
Poco a poco aumenta el volumen de la batería y mejora su tecnología con el fin de ofrecer mayor densidad de carga. Así, de los 41 mAh de la Mi Band 1 de 2014 a los 180 mAh de la Mi Band 7 de 2022, la capacidad se ha multiplicado por casi un factor de 5 en solamente 8 años. Eso no ha conllevado que ahora la carga dure 5 veces más, sino que como hemos visto es equivalente o incluso inferior. Esto es lo de la balanza a la que me refería, que si el aparato se llena con más potencia y más funciones, termina consumiendo más.
No sé cuánto más puede llegar a ofrecer una smartband en ese sentido. Teniendo modelos con Always On Display y GPS, dudo que se puedan agregar muchas más capacidades, así que es de esperar que llegue un momento que las autonomías sin necesidad de recargar aumenten considerablemente. Como siempre digo, desconozco cuándo llegará a ocurrir, puede ser en un año, o quizás en diez.
Seguro que se las ingenian para seguir incorporando funciones o supuestas mejoras, ya que éste es el principal reclamo que usan para que la clientela renueve. Pero sí, el tema de la batería es crucial, y sin embargo no se le presta ni de lejos la misma importancia, éso se puede ver en el primer Amazfit, que con su pantalla transreflectiva era mucho más eficiente que las posteriores, tft o amoled.
Parece que en estos dispositivos el compromiso entre autonomía y funcionalidades se inclina hacia lo segundo. Para mí es algo que tiene lógica siempre que la reducción de la autonomía no llegue a extremos que hagan el aparato incómodo.
Un reloj tradicional es un dispositivo del que apenas te tienes que ocupar.
En el caso de los relojes de cuarzo, el cambio de batería se hace una vez cada muchos años; en cuanto a la atención que precisan, en el peor de los casos es una vez al mes: en los dotados de fechador cada cambio de mes hay que verificar que la fecha sigue siendo correcta.
En los mecánicos, en caso de que estén parados por falta de energía se ponen en marcha de inmediato dándoles cuerda o moviéndolos.
De una smartband sí tienes que estar pendiente, lo que incluye también vigilar el nivel de carga y dejarlo unas horas cargando cuando sea necesario. Lo último es un engorro comparado con los relojes tradicionales. No obstante, eso no importa: es un dispositivo del cual debes estar pendiente por su propia concepción.
Por ese motivo, en mi opinión, el compromiso entre autonomía y funcionalidades tiene la tendencia que has señalado.
Buenas tardes. Imagino que será como todo en este mundo de la tecnología. Creo que cada día pedimos más y más funciones y si no las inventan (luego nos gusta, al menos a mí). Pero a la par también se avanza en la potencia y capacidades así como el rendimiento de aparatos y baterías con lo que imagino que se mantendrá un equilibrio.
Correcto Jostma. La tecnología evoluciona hacia las funciones, aunque la autonomía sea menor. Pero creo que por un lado es marketing, ofrecer más para que la gente lo compremos, y por otro es falta de madurez. Si nos fijamos en los PC, hace 20 años evolucionaban muy rápidamente. Un equipo con 2 años se notaba, ahora todo va más lento, hay menos margen de mejora.
Soy de los de tu opinión un relojista, quizás somos demasiado mayores para querernos sentir esclavizados por un aparatito del que siempre hay que estar pendiente. Además que es una atención que no se puede establecer como rutina. Es decir, cargar un smartphone a diario, es como dar cuerda a un reloj. Algo que a base de hacer cada día se convierte en hábito y del que ya no tienes que preocuparte conscientemente. Sin embargo estas otras cosas, cargar cada 10 días o cada 3, es más complicado.
Para mi unos 20 ó 30 días me parecen muy aceptables. Sobretodo si lo comparo con el Pro-Trek Smart de Casio que tengo (aunque ya no utilizo) que me duraba un día y medio a lo sumo. Desde hace un par de años uso a diario un SmartWatch Garmin que me dura su batería esos 20/30 días (usando eso sí el modo de ahorro de batería mientras duermo por la noche)
Buen artículo Guti, saludos.
Concuerdo contigo Guti, creo que hay mucho marketing detrás de tanta potencia y funcionalidades, aunque no todo. Creo que el compromiso entre funciones y autonomía en los smartband o smartwatch depende mucho del usuario. Conozco algunos personajes que son felices cargando su dispositivo cada día, cosa que no tolero en lo personal, soy de los que preferirían una duración prolongada de batería (6 meses o por el estilo) y unas funciones contenidas. Notificaciones, alguna medicion, poco más.
Aunque aún estoy cerrado al uso de estos dispositivos (no sé más adelante…) Creo que preferiría los que más autonomía ofrezcan, dejando en segundo plano todo lo demás.
Un saludo Guti, que chulada la historia del Doxa, gracias por compartirla en video también.
Saludos cordiales a todos
Esa es la ironía juliobelda, pedimos más y más funciones, y en casos específicos, puede que haya alguien que las necesite y use. Sin embargo para la mayoría que sólo usamos una pequeña fracción de ellas es una maneras de gastar más batería y de pedirnos más dinero.
Yo soy de smartbands Gerardo que me permite compatibilizarlas con un reloj. 3 o 4 semanas de autonomía las consigo, aunque ello me implica renunciar al monitor cardíaco continuo y la medición de oxígeno. Espero que en unos años esto se normalice y sea capaz de ofrecer estas mediciones manteniendo esa autonomía que indicas, de al menos un mes.
Pues aquí otro tacaño con la batería Cesar José maestre. Me gustan sus funciones, pero como no me apetece estar recargando al final voy a mínimos. Es una sensación que viene de lejos. Con los primeros digitales de niño me encantaba la luz, pero era rácano con ella porque sabía que se terminaría comiendo la pila. Parece que 40 años después la historia sigue siendo muy parecida.
Me da que pensar eso Guti… Cuanto cambiamos con el tiempo y mucho la verdad… Pero algunas cosas no.
Me ocurre lo mismo Cesar José maestre. Quiero pensar que a eso se le llama evolución, madurar. Que cambiamos por lo que aprendemos y por nuestros errores, pero que esas cosas de antaño que nos siguen gustando es porque realmente tenían algo especial.