Sin lugar a dudas, la escritura ha sido el mayor invento en la historia de la humanidad. No estaríamos donde estamos, si los conocimientos no hubieran podido transcender las vidas de sus autores originales, enriqueciendo las siguientes, y evitando tener que empezar desde cero una y otra vez, redescubriendo siempre lo mismo.
Tanto es así que nuestra vida cotidiana, está llena de actos de escritura. Ya sean apuntes, notas, emails, whatsapps, documentos, esquemas, diagramas, etc.
Cuando una actividad se torna tan habitual, tendemos a perder conciencia de ella. En este caso la escritura no es una excepción. Lo tenemos tan interiorizado, y es algo tan natural para nosotros, que apenas le damos importancia. Piénsalo por un momento, y estoy seguro que te sorprenderías de la cantidad de cosas que llegas a escribir en un solo día.
Lo que te propongo es que decidas aprovechar esos momentos en los que escribes, para convertirlos en una actividad que disfrutes, que te llene, en la que te lo pases bien. Que de algún modo, y puesto que al final es algo que vas a tener que hacer de todas formas, que te guste.
No importa tanto el contenido, ni la forma, lo que importa es como te sientas tú mientras lo haces. Da igual que sea un acta de una reunión de trabajo, o la nota que le dejas encima de la mesa a tu pareja cuando sales de casa. Incluso tienen cabida las ideas que apuntas mientras vas en el autobús para que no se te olviden, o la humilde lista de la compra. Te servirán también los apuntes de las clases de inglés, con ese profesor que tan poco te gusta.
Se trata de que aproveches todo aquello que escribes a diario, para que sea una tarea que te enriquezca, que te ofrezca sensaciones positivas, que te beneficie. Es decir, transformar un acontecimiento práctico, y habitual, en una experiencia personal y única.
¿Acaso no te gustaría convertir cada palabra escrita en un pequeño placer? ¿Formar parte del grupo de aquellos que gozamos escribiendo?
Pues es muy sencillo. Lo único que te hace falta, es darle la importancia que merece a cada sesión de escritura, ser consciente de que lo estás haciendo. Decirte a ti mismo: ahora voy a escribir, y disfrutaré con ello tanto como me sea posible. Es mi momento, y no importa nada más. Con esa mentalidad, tu percepción se abrirá, y serás capaz de ir encontrando, poco a poco, puntos en común entre tu mente, y lo que escribes, que al final crearán asociaciones perdurables en tu cerebro. De modo que cuánto más lo pongas en práctica, más fácil te resultará.
Obviamente puedes reforzarlo usando un instrumento de escritura acorde a tus gustos. Que se sienta como una extensión de ti, que cuando lo mires, te transmita una sensación que solamente tú captarás. Puede ser una estética, notar el peso cuando lo coges, quizás la sensación de frío del metal, la suavidad del plástico cuando resbala por tus dedos, la calidad de construcción del conjunto, la tonalidad de su tinta, la percepción de resistencia al trazar el papel, o tal vez los valores inmortales que te comunique. Pero sea lo que sea, lo debes decidir tú.
Como hablamos de convertirlo en una experiencia agradable y personal, de transformar algo cotidiano en excepcional, cuanto más requiera de tu parte, mucho más te va a satisfacer, así que mi consejo es que pruebes una estilográfica, tal vez como Enzo Ferrari «Il commendatore», que rubricaba sus documentos con una estilográfica de tinta color violeta.
Prueba con una que para ti, sea lo que buscas, que no te deje indiferente, que te transmita algo. Date cuenta que al final, será esa estilográfica con la que compartirás todos los momentos de escritura que ahora te parecen tan mundanos y sin valor. Y a medida que los vayas valorando, la estilográfica irá cobrando más importancia.
Si además te gustan los preliminares, tal vez te interesaría un convertidor de émbolo, y disfrutar cargando tú mismo la tinta que más te guste.
Decía que debes adaptarlo a ti, así que si eres eminentemente práctico, o no estás seguro, puedes empezar perfectamente con un bolígrafo o un roller. Nadie te criticará nada por ello, porque sea como sea, lo importante es que disfrutes con todas y cada una de las letras que escribes.
Y seguro que en períodos vacacionales, como los que suele tomarse la vorágine tumultuaria en esta época estival, más de un ratito se tendrá para disfrutar escribiendo y volviendo a dar un poco de soltura a la escritura más propia y personal: la manual. Que seguro que a más de uno y una con tanto móvil y teclados de ordenador, igual casi ni escriben… se volverían a sorprender.
Yo sigo desde hace dos meses ya a cada ratito que puedo o nota que tenga que tomar tirar de pluma el 90% de las veces, y seguir domando y estilizando un poco mi maltrecha letra desde hace tantos años. Poco a poco, lo voy logrando. Hasta en algún momento anotando algo sin mucho cuidado, me he dado cuenta que lo hago rápido, pero no tanto como tendía a hacer, pero ya saliendo solas letras que he ido metiendo en carril su trazo.
Incluso me sale una escritura en ese momento con más carácter y mucho más en cursiva que cuando intento hacerla adrede, despacio y más bonita y no me termina de salir, me sale bastante más recta. Lo que es cada uno y la forma de escribir de cada cual, el toque personal que termina saliendo solo.
Que muchos que lean esta entrada, lo prueben. Que en la vorágine que vivimos, como nos dejemos, ni al alma, creatividad, tranquilidad interna más íntima, niño interior… como lo queramos llamar, dejan comer. Salvo que lo procuremos hacerlo nosotros.
Exacto Alejandro, que lo prueben, y decidan si les gusta o no. Es valioso llegar a poder disfrutar escribiendo aunque sea la lista de la compra con una pluma. Algo que antes era tedioso y una obligación. Es increíble como un instrumento puede cambiar nuestra percepción de las cosas. Ya sea un reloj, una maquinilla de afeitar o una pluma. Convertir lo cotidiano en algo especial, y disfrutar de ello.