Pasa, sucede y acontece, que durante casi 9 meses he estado viviendo un sueño. Una ilusión. Aventura, emoción e incontrolables ganas de vivir, a casi 7.500 Km de distancia, y 6 horas de diferencia horaria.
Mi imaginación volaba, gozando con una nueva vida, a tantos kilómetros de distancia. Sin el frío acuciante, y con la tranquilidad que reina en un país tropical. Paseos calmados por Licey al Medio, rutas turísticas en Santiago de los Caballeros o en La Vega, y a mi lado, mi chica guapa. Todo ello, gracias a un fallo de ubicación en una App de mi teléfono, que me llevó a situarme en un país caribeño.
Si lo que me llamó la atención, fue tu exótica belleza canela del exterior, que, deslumbraba a la vista, lo que me enamoró fue tu inteligencia, tu fuerza interior, tus ganas de superación y tu resiliencia a toda prueba. Un carácter que, pese a todas las dificultades, te empujaba a mejorar y a salir adelante. Retos, que no te amargaban el carácter, más bien al contrario, siendo dulce y apasionada, como debe serlo una buena cibaeña.
Lo que comenzó con un «Te estoy abriendo mi corazón, trátalo bien», acabó convirtiéndose en un goce por disfrutar del resto de nuestras vidas de esa manera pausada. Sin cambios horarios, sin prisas. Sentados tranquilamente en el balcón, compartiendo una mañana alegre. Viendo la gente pasar, mirándonos, y sintiendo la felicidad y la armonía que sólo se encuentra en las cosas sencillas. Uno al lado del otro, los dos juntos. Tu y yo. Una burbuja privada, donde nada más importaba, y donde todo estaba a nuestro alcance. Guardando las noches con tu lado de la cama, durmiendo, intentando ver una película, o haciendo música.
Compartíamos nuestra rutina diaria, nuestros anhelos, nuestros temores, nuestras inquietudes, apuntando a un futuro prometedor, lleno de cambios, esperanzas y oportunidades juntos. Nos poníamos al día de todos los años que nos habíamos perdido, yo algunos más que tú. Esos instantes, que parecen no tener ninguna importancia ni transcendencia en la vida, hasta que aparece alguien a tu lado, a quien verdaderamente le importan, porque se muere por conocerte mejor.
Nuestra infancia, anécdotas del cualquier tipo, vivencias particulares. Cosas buenas que hicimos, pero también las malas. Lo que nos gustaba y lo que no, hasta en lo más íntimo. Era como si tuviéramos que demostrarnos que jamás estuvimos completos. Como si hasta que nos conocimos, siempre nos hubiera faltado algo.
Empujados por aquel deseo irrefrenable de recuperar el tiempo perdido. Desear estar en casa y podernos ver. Sentir que no podíamos dejar de pensar el uno en el otro, durante todo el día, ni siquiera en sueños. Por una vez, parecía que los dos habíamos encontrado aquello que llevábamos tanto tiempo esperando.
no sabia que tuvieras tanta capacidad poetica… Me ha sorprendido agradablemente, ¿o será el amor que te hace sentir así? 😀 Sea como fuere me ha gustado mucho lo que has escrito.
Muchas gracias Bianamaran. Hace tiempo que no escribo rimas, pero tenía cierta habilidad con ellas. Imagino que por lo que dices de la capacidad poética. Que sí, estás en lo cierto, además está agudizada por el amor.
Me alegra mucho que te haya gustado. Cuando uno plasma sus sentimientos, es complicado que lleguen a otra gente, pero tu los captaste a la perfección.
Gracias, mi amor, estoy feliz de tener 9 meses con el hombre más especial que he conocido (mi chico guapo), y me haces feliz cada día, quiero que continúe así por siempre t’estimo moltissimo.
Manuelisa, no sólo eres la protagonista del artículo, sino la mujer más especial que he conocido nunca. Tan especial, que has cambiado mi vida de arriba a abajo, con cosas, que si me hubiera planteado hace 10 meses, habría pensado que eran imposibles. Me haces total, y completamente feliz. Mi chica guapa. T’estimo.
Sólo puedo contestar de una manera…
Un rostro, un conjunto de rasgos. Darse tiempo, mirar y tocar, descubrir un mundo de sentidos. Mezcla extraña de sensaciones la de tocar, seguir a ciegas los rasgos que definen un rostro conocido, una nueva visión. Y ser tocado, notar como aparecen en la oscuridad unos dedos que recorren las curvas del paisaje que dibuja el rostro propio. Más sensaciones, abandono, confianza, interrogantes que no serán contestados.
Has captado la esencia de una manera magistral Fernando. Pero lo que más me ha sorprendido, son tus habilidades poéticas, y eso que imagino que el comentario, no ha sido algo premeditado, sino tal cual te ha surgido. ¡Mi enhorabuena!
Gracias!!!
Ese texto lo escribí hace unos 20 años… cosas del desamor que me traía por esas fechas.
Lo que más me gusta de ese texto es que no tiene por qué referirse sólo al amor romántico o de pareja, sino que también es válido para las otras expresiones del amor: amistad, fraternal…
Tengo más cosas por ahí guardadas, aún escribo pequeñas cosas muy de vez en cuando. Pero las reservo para dedicatorias, felicitaciones o similares.
Supongo que los que seguimos siendo aficionados a la escritura, en nuestra generación, comenzamos a desarrollarnos precisamente hace 20 años. Con los amores, y sobre todo los desamores. Es una pena que las obligaciones diarias nos obliguen a ir dejando de lado esa afición. Reservada a posts puntuales como en mi caso, o a dedicatorias que lo merezcan como en el tuyo.
Lo que más me gusta de tu texto, es que tiene una lectura optimista, llena de ilusión y de esperanza, y tiene también una lectura pesimista. O al menos así es como yo lo interpreto. Unos interrogantes como bien dices, que jamás serán contestados, si no haces que el tiempo los conteste.
El verano de 1994, a poco más de un mes de cumplir 20 años, en un campo de trabajo un autista de 11 años me hizo sentirme padre… para mi ese fue el detonante para empezar a escribir. Ya antes había escrito alguna cosa, pero nada como a partir de ese día.
Dejarse tocar la cara es un acto de confianza, de hecho requiere mucha confianza para dejarse tocar la cara con los ojos cerrados. Así que es inevitable que te preguntes cuanto tiempo durará esa confianza. Esa pregunta, para mi, genera al mismo tiempo un sentimiento de esperanza y tristeza. De esperanza en la longevidad de la relación con la otra persona, de tristeza al comprender que algún día terminará.
Por cierto, probarlo, con un amigo, una amiga, un familiar, un amor…
De nuevo nuestras historias se parecen. Sólo que en mi caso, era 1993, y yo tenía 18 años. Por lo que explicas, coincidimos en actividades muy similares. Yo era voluntario de educación en el tiempo libre, y también trabajé con niños de necesidades especiales.
Ciertamente el escrito, gana aún más, ahora que está completo.