Todo comenzó en la pasada galería de los lectores en la que Julio Salvador Belda Vaguer compartía con nosotros, entre otras piezas, su reloj de cocina. Inesperadamente surgió la discusión acerca del gran cometido que cumplen este tipo de piezas. Unos relojes que están en servicio durante años, usualmente sin ningún tipo de mantenimiento, y por si fuera poco, sin que en muchos casos seamos conscientes de ellos ni les prestemos atención.
No es la primera ocasión que menciono los relojes olvidados, pero sí que lo hago en exclusiva sobre los relojes de cocina. Esos grandes olvidados que resisten temperaturas elevadas, vapores, grasas, y de los que solamente nos ocupamos cuando se les agota la pila. Mencionar también la limpieza, habitualmente usando los productos que más tenemos a mano, y que menos benefician al reloj: lavavajillas, jabón, o hasta lejía.
En algunos casos este tipo de relojería ha cambiado su hábitat natural, trasladándose a oficinas, colegios o incluso comedores y salas de estar. Relojes que estén donde estén han ido marcando el tiempo: Avisando de cuando era la hora de entrar, de cuando terminaba la clase, o acompañándonos mientras veíamos una serie en la sala de estar. Quizás porque en sus orígenes los fabricantes tampoco tenían claro donde irían colocados. Porque la denominación de «reloj de pared» está bastante establecida, pero la de los «relojes de cocina» no lo está tanto. Como ejemplo, la escuela y el despacho de Sergi.
El mío es un PG-300, un germasian de la marca Hama y que compré hará unos diez años porque ofrecía todo lo que buscaba: cristal mineral, radiocontrolado DCF77 y con termómetro e higrómetro mecánicos. En realidad es la segunda unidad que tengo, la primera sucumbió… ¡Tras romperse la alcayata que lo sujetaba! Antes de él recuerdo haber tenido otro chino-alemán (un TFA Dostmann 98.1091). Ahora veo que hasta la histórica ELBE, convertida en un puro remarcador también tiene cosas parecidas.
En casa de mis padres funciona un Radiant con más de tres décadas a sus espaldas. Un reloj regalo de un amigo de la familia, y que a los pocos meses vaticinó que no duraría mucho. La manecilla segundera se partió, así de repente y sin ningún golpe ni otro tipo de causa que lo justificara. El fragmento de la aguja pasó años en el interior del reloj hasta que en una ocasión le retiramos el plexiglás y la sacamos. Desde entonces ha seguido funcionando como un campeón, sin ninguna rotura ni cualquier otro tipo de falla.
Y es que sin un día tiene 86.400 segundos, treinta años son 2.592.000; casi tres millones de movimientos que habrá ejecutado la aguja, contando fielmente el tiempo.
Todo ello sin olvidar que dudo que fueran relojes concebidos y construidos para durar. Guardatiempos en la mayoría de casos económicos y con maquinarias de cuarzo sencillas, que a pesar de todo pronóstico, ahí están, dando la hora en cualquier momento, y serviciales ante aquel que quiera verlos.
Relojes de cocina, esos grandes olvidados que tal vez por su falta de prestigio o por su poco interés comercial, casi nadie tiene interés por ellos.
Pues ahora que lo comentas, son los olvidados, pero tal vez los más usados. En mi casa, cuando se le acaba la pila al de la cocina, nos desorienta bastante, y con los horarios a turnos que llevo ahora, es fundamental. En mi casa tengo uno barato del Ikea.
En casa de mis padres, uno de publicidad que me regaló un distribuidor de material de instrumentos musicales, que lleva funcionando desde hará 15 años sin novedad, por cierto, sujeto a la pared con uno de esos sujeta cuadros de plástico adhesivos.
Y el mes pasado estuve comprando maquinarias, saetas y péndulos en un almacén mayorista, de productos de bellas artes, para este tipo de relojes, con destino a su venta en la tienda de una de mis cuñadas.
Una vez comenté aquí, que cuando trabajaba en el sótano de un hospital, tenía uno de origen irlandés, un espontaneo, porque en el resto del hospital los tenían estandarizados y conectados a red. Fallaba bastante, y me generaba una desazón constante, además me obligaba a quitarme los EPI´s cada cierto tiempo para comprobar la hora. Para mi, los días que me tocaba taller, era como mi única conexión con el exterior.
Son de esas cosas, que hasta que no faltan, no te das cuenta de que existen, porque adquirimos el automatismo de levantar la vista y calcular cuánto le quedan a los garbanzos o al té.
Buenos días, Guti y demás bitacoreros. Merecido homenaje a estos grandes olvidados. Más aún a la infatigable maquinaria de los más » low cost». Me refiero a esa cajita negra, omnipresente en todos y con un precio muy bajo, que se monta desde hace décadas y que sorprende por su precisión, robustez, y como no, su bajo consumo. Con una simple pila AA, es capaz de seguir durante muchos meses moviendo manecillas de todos los tamaños y pesos. Increíble.
Bueno días Javier y resto de parroquianos.
La relojería gruesa es la gran desconocida y demuestra que cuando una cosa está hecha para durar dura. Ahora faltan los relojes de campanarios como leí una vez: » ya nadie mira al cielo para saber la hora» a lo que se sumo «ya nadie mira el cielo para saber el tiempo» (clima ni hora).
Que pasen un buen día.
Son los grandes olvidados, y los más fieles Sergio. Por más que muchos no les presten atención, ahí están día a día serviciales. Merecían un homenaje como este. Me gustó lo de «Son de esas cosas, que hasta que no faltan».
Es admirable Xiquet de l’horta. Relojes baratos, tanto por construcción como por maquinaria, pero que sobreviven al calor, el frío, el vapor y las grasas. Relojes que parecen de tercera categoría, desprestigiados y que parece que le hagan perder caché a uno; pero unos supervivientes.
En realidad creo que es más grave aún, hoy en día, casi nadie mira nada Sergi, salvo la pantalla de su teléfono. No se mira ni a otras personas, ni los relojes, ni nada.
Yo tengo uno en casa colocado y la verdad no sé porque pero la aguja va mal. El miércoles o viernes recibiré el reloj. Ya me lo han enviado solo te doy una pista. Es la única relojería en toda España que disponía de el ;)}:‑). Creo que va a ser un privilegio que un reloj así esté en tu galería
La única relojería en todo el país… Suena muy interesante Óscar hostyn.
Lo de agujas segunderas que se traban, no se si es lo que le ocurre a tu reloj de cocina lo he visto a veces. Suele ser grasa que se deposita en el cañón, y la frena. Sin embargo, siguen midiendo el tiempo bien, es muy curioso.
Buenas tardes.
Cierto, no son tomados en serio y sin embargo son útiles y muy usados. En mi caso (a pesar de considerar más eficiente y rápido de leer un reloj digital), en labores de cocina me gusta orientarme observando la porción de espacio recorrido por la minutera. En casa tenemos este de la marca Quo, elegido hace años con la estética -imagino-, como único criterio. Estaría muy bien tener referencias de más calidad.
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Pues es verdad, y no me había parado a pensarlo, los relojes de cocina (al menos los de antaño) son asequibles y muy durables. El tuyo está muy bien.
Muy bonita esta entrada al blog, saludos Guti.
Excelente artículo, Javier. Creo que estos relojes de cocina han sido los guardatiempos más batalleros, resultones y aguerridos del siglo XX. Si uno se pone a pensar que deben lidiar con grasa, humo, mal humor y desquite de los dueños (o amor y cariño…) pues me saco el sobrero. Abrazos.
Es una lástima Jostma, porque ni si quiera ostentan el título de relojería gruesa. Son pocos los que lo valoran. Lo que propones es muy interesante, y ya que en casi cada hogar hay un reloj de cocina, serían bienvenidas ese tipo de propuestas de gama media.
Gracias Gerardo. Estos incombustibles de la casa merecían un tributo, aunque fuera pequeñito como este.
Así es Gabriela. Además relojes que no creo que fueran diseñados ni construidos para tanto sufrimiento, pero que lo han aguantado.
Yo echo de menos un poco más de «cuidado» en estos relojes.
Los movimientos de cuarzo actualmente a la venta son muy buenos: salvo unidades que salgan de fábrica defectuosas – algo muy raro -, tenemos unas máquinas precisas, económicas y también muy eficientes desde el punto de vista energético. Hasta hay modelos radio-controlados: cuestan más que los convencionales, no obstante son también muy económicos.
Aquí podría haber algo más de ese «cuidado» que demando. No hay, que yo sepa, movimientos termocompensados. Y en lo referente a los radio-controlados, cuesta encontrar movimientos que permitan seleccionar el huso horario. Mi reloj de pared es radio-controlado, utiliza la señal DCF emitida por Alemania y no permite seleccionar la zona horaria. Si un día España y Alemania dejan de compartir zona horaria – actualmente CET -, el reloj no me va a servir de mucho.
Otra característica en el plano técnico que echo de menos es la alimentación a partir de luz: que yo sepa, no hay modelos de reloj de pared con esta funcionalidad.
En cuanto a la apariencia, echo de menos materiales de más calidad y, sobre todo, lumen.
Supongo que las funcionalidades que echo de menos se reducen, en última instancia, a que lo que ofrece la industria es suficientemente bueno para una inmensa mayoría de consumidores.
Por cierto, otros grandes olvidados de la relojería son los despertadores. Yo diría que, a diferencia de los relojes de pared, hoy en día en están en declive debido a los onmipresentes smartphones; aun así, todavía los tenemos dando guerra.
Dices muchas cosas, y muy interesantes un relojista. La primera y que había pasado por alto, es la de la selección de huso horario. Como dices, las DCF presuponen que tienes la misma franja que Alemania, algo que cada vez tiene visos de ser más probable que cambie.
En cuanto al movimiento termocompensado, no lo veo. Considerando que en un reloj de pulsera raramente bajan de los 500€, dudo que la gente estuviera dispuesta a pagar ese precio por un reloj de cocina. Otra cosa serían soluciones intermedias tipo los osciladores de alta frecuencia como Bulova.
La alimentación solar, con la gran superficie que tienen estos relojes y considerando que en las cocinas siempre suele haber luz me parece fundamental. Efectivamente no existe ningún modelo así, yo estuve buscando, no obstante sí hay algunos de sobremesa.
Totalmente de acuerdo con los materiales de calidad. Al menos un armazón externo de metal y un cristal mineral. Son cosas que me encantan y que cuestan de encontrar.
El lume es algo fundamental. Más aún en la cocina que es un emplazamiento que solemos visitar de noche. Pocos son los relojes de cocina que han pensado en eso, y los pocos que lo traen, es con un rendimiento testimonial que apenas es visible tras 30 minutos.
El tema de los despertadores me resulta interesante. Yo también he vivido esa dificultad. Siempre he usado radiodespertadores LED, a ser posible radiocontrolados. Cuando se me dañó el último me las vi y desee para encontrar uno. Una Alexa con reloj de similar formato y similares funciones costaba mucho menos. Los despertadores son como los aparatos de radio, a medida que se reduce su venta, disminuye la variedad disponible y aumenta su precio.
Yo los termocompensados lo veo más marketing que otra cosa ya sea para relojes de cocina o de pulsera. Tengo un certina que para mí más que nada ha sido una decepcion. Si no tienen las temperaturas adecuadas actúan como uno convencional.
@Guti, respondiendo a varias cuestiones.
En lo referente a los movimientos termocompensados, con la tecnología y precios de los componentes electrónicos de hoy en día no veo que sea ni caro ni difícil de fabricar en el caso de relojes de pared, que no tienen las exigencias de minituarización que impone un reloj de pulsera. El método de termocompensación más utilizado quizás sea el «digital count adjustment». Este método consiste en medir la temperatura y consultar una tabla que recoge la desviación en la frecuencia de oscilación del cristal de cuarzo en función de dicha temperatura; obtenida de la tabla la desviación, se hace atrasar o adelantar el reloj de forma acorde. Para implementar de forma electrónica este método se precisa de un microcontrolador; uno de la marca Atmel se puede comprar al por menor por poco más de 1 EUR.
Otra cosa es que no haya demanda de este tipo de movimientos, esto es, que una inmensa mayoría de consumidores esté satisfecha con las prestaciones de un movimiento convencional.
En cuanto a los despertadores, cuando escribía me refería a los más convencionales: movimiento de cuarzo, hora analógica y un buen pitido para afrontar la tarea de sacarte de la cama, que en las noches de invierno se convierte en titánica. Los modelos a los que haces referencia a mí no me interesan: baja calidad por lo general – en especial el receptor de radio – y, sobre todo, a día de hoy me parecen una complicación adicional que no merece la pena aceptar. Cuando uno, por razones trabajo, está saturado de ordenadores, aprecia las pocas atenciones que requieren aparatos como mi despertador Casio TQ-218.
un relojista, yo dejé los despertadores analógicos tras abandonar los de cuerda. Supongo que al igual que los relojes de pulsera digitales, los LED eran el futuro por entonces, y con ellos me quedé. Es interesante como en base a las vivencias y experiencias de cada uno se marcan las preferencias del futuro. De esas cosas que podemos analizar con los relojes, pero que son extensibles a muchos más ámbitos de la vida.
Tienes razón en que en un reloj de tamaño más grande un termocompensado se abarata. Si el suplemento es de 1€, no debe parecer mucho, pero tengo la impresión que eso debe doblar el coste del movimiento que traen, que no debe costar más de ese euro con pila incluida. Aún así como fan de la precisión lo encuentro algo muy interesante, pero por desgracia no estoy convencido que la mayoría de clientes estuvieran dispuestos a pagar más por ello.
¿Qué precisión da más o menos ese Certina Óscar hostyn? A mi sí me gusta el concepto, aunque el coste energético del termocompensado también es importante, y ahí está mi dilema, ya que ello implica menos duración de pila. La combinación sería solar con termocompensado, pero hasta donde yo se, no hay ningún modelo en el mercado que lo tenga.
A mí personalmente no me gustan los relojes de cocina/pared, limpiarlos es un engorro, hacen por lo general mucho ruido y cuando se les agota la pila es un drama cambiarla. Yo uso en su lugar un reloj despertador, lo puedes poner en cualquier parte, apenas ocupa espacio, y tienes el plus de la alarma
En mi caso Timekeeper sin problemas en cambiarles la pila, ni tampoco en limpiarlos. Eso si, hago una limpieza exterior, el cristal, el armazón y la trasera.
La idea del despertador tiene algo que me gusta, y es que una vez que has terminado con él, te lo puedes llevar a otro sitio y así evitar que le penetre la grasa o los vapores. Lo que menos me gusta va a sonar absurdo, pero es como si el reloj de cocina (de pared), te mirase. Siempre está ahí aunque tu no lo veas. El de mesa, en cierta forma eres tu el que tiene que mirarlo.
Un par de comentarios breves, para no alargar la discusión y aburrir al personal.
Dice @Guti acerca del reloj de cocina «es como si el reloj de cocina (de pared), te mirase». Yo más bien diría que desde su posición alta que todo lo ve, más bien preside.
Y en cuanto a la cuestión de los microcontroladores en movimientos de reloj de pared, yo diría – con la boca pequeña, dado que es una suposición – que los radiocontrolados llevan uno de ellos. En AliExpress los puedes encontrar a la venta por unos 10 EUR, en comparación con el precio de unos 3 EUR que tienen los movimientos convencionales. Si mi suposición es correcta, un termocompensado debería tener un precio de unos 10 EUR.
Cuando el insomnio te hace pasar una mala noche, estos relojes de pared se vuelven instrumentos de tortura
Yo creo que estas discusiones más que aburrir animan al personal un relojista, al menos a mi me gustan. Lo que pasa que debe haber mucho tímido que viene por Google y ni se atreve a escribir.
Que todo lo preside. Genial. Me encantó.
En lo de los precios, no soy experto en ese tema, así que no entraré en él. Pero viendo el abandono y el desprestigio de este tipo de relojes, doy por sentado que ninguna marca conocida se atreverá. Así que a ver si al menos empezamos con China.
Vaya, que curioso Kabe. A mi me ocurre justo al contrario. Si no puedo dormir voy a la cocina, me siento, bebo agua o como un poco, y ese sonido y movimiento del reloj me acompaña entre el silencio nocturno. Me resulta agradable.
Hola, bonita entrada y muy merecida a estos pobres olvidados…
Yo el que tengo desde hace unos años en un Seiko QXA566J con caja de aluminio y el barrido continuo del segundero, del cual me ha llamado la atención, que más de una visita me ha dicho que le gustaba mucho, cosa que me ha sorprendido gratamente, porque casi nadie que conozco tiene especial interés en los relojes en general.
Un saludo
Sé el reloj que dices, lo he visto en alguna cocina también, aunque en su versión en blanco. Son unas líneas que me recuerdan mucho a los diseño de Braun, moderno y funcional. No me extraña que llame la atención de tus visitas. Me permito ponerlo aquí como recordatorio:
Es curioso cómo varían las impresiones ante un mismo estímulo dependiendo de la persona. Un reloj de pared puede llegar a tener mucha presencia, pero en mi caso por ejemplo no me resulta intimidatorio, como sí podría parecérmelo en cambio la mirada de un retrato. Respecto a su sonido, a mí me gusta, me transmite una agradable sensación de calidez y recogimiento, como si del corazón de la casa se tratase. En un dormitorio sin embargo sí creo puede llegar a perturbar el sueño dependiendo de su intensidad y el estado de la persona. Personalmente no sabría decir, llevo mucho con un despertador de Sony con proyector que me parece perfecto salvo por el hecho de no ser radiocontrolado.
Me imagino que ese comportamiento tendrá un nombre Jostma, pero me ocurre lo mismo con los retratos, y sobre todo, con los bustos de escultura. También es interesante lo que expones sobre el dormitorio. Yo soy incapaz de dormir con ruido, me molestan hasta los analógicos de cuarzo sin movimiento continuo. Sin embargo de niño, hace muchos años ya, usaba un despertador mecánico, ese tic-tac me acompañaba toda la noche. Como no había más opciones, la mayoría de gente usaba despertadores de cuerda y no había problemas. Es decir, se acostumbraron a eso, o bien es que no era tan importante como ahora nos parece.
Por una vez estoy de acuerdo con Kabe. Los relojes a los que tuve que comprar repuestos, eran de cerámica, y este material en especial, lo tengo atragantado. Lo asocio a cocinas llenas de muebles con aspecto rústico, mucha moldura, por tanto grasa acumulada; y con el omnipresente baso cerámico con perejil a remojo, aquí un estereotipo completo que llevo en mi yo más profundo.
Cuando nos mudamos buscamos reloj de cocina, recuerdo que nos costó bastante encontrar algo interesante: legible, sencillo, discreto/elegante, y a un precio razonable. Acabamos en el Ikea como último recurso. Cabe mencionar que por aquel entonces, como estábamos de alquiler y un cambio de pisos siempre conlleva gastos, nos limitó bastante el presupuesto, y nos condicionaba el gastar en algo que se presupone provisional.
Aquí en el trabajo, tenemos uno de publicidad de una empresa de transporte, también con un diseño rasposo, por decir algo. Y lo comentado anteriormente, el día que nos quedamos sin pila, andamos todos con algo de desasosiego, mira que estamos con ordenadores, teléfonos de sobre mesa con reloj, smarphones, pero para consultar los cambios de turno y los fines de jornada, estamos habituados a mirar el peor reloj que tenemos en la oficina.
Agradecer a todos las aportaciones, especialmente a un Relojista.
Tengo pendiente la compra de una báscula de cocina, y tengo la referencia de una que comentaste hace tiempo en estas páginas. Pero en cambio, si tuviera que adquirir un reloj de cocina, no tengo uno de referencia así en este momento. Si recuerdo el Vostok de pared y otro de péndulo con un mueble clarito, para el salón que comentaste, también de despertadores y sobremesa (recuerdo el Seiklo «olimpico» de hace poco) pero, de cocina, ¿Has hecho alguna entrada específica?
Un saludo a todos y muchas gracias.
Realmente es un tema complicado Sergio. De la balanza, supongo que te refieres a la Báscula Bernar Omega, tuve suerte de ser un aficionado al Made in Spain y de que mis padres tuvieran desde hace décadas una. Quiero decir, que en caso contrario, ni habría sabido que existen. Con los relojes de cocina ocurre otro tanto, es algo a lo que pocos le dan importancia, y tampoco sabría cual escoger. En su momento me quedé con el que tengo por su cristal mineral y el ser radiocontrolado, pero no logré encontrarlo con armazón metálico.