Aunque desde que recuerdo he sentido algo especial por los relojes, de niño lo que me fascinaba de ellos era su complejidad, su ingeniería para mi inexplicable. Preguntas tan ingenuas e inocentes cómo el preguntarme qué hacía que la cuerda durase un día entero cuando a mis juguetes apenas le duraba unos segundos. O el intentar averiguar cómo lo hacía aquel Casio digital para saber los días que tenía cada mes, algo que yo ni siquiera dominaba.
Desde aquello han pasado muchos años, tal vez más de los que me gustaría. Mis conocimientos relojeros e informáticos han mejorado notablemente, de hecho no me va mal con ninguno de los dos. Sin embargo eso no impide que me siga cautivando la complejidad de un reloj mecánico, o la forma en que un reloj digital es capaz de realizar tantas funciones. Además de admirar el reloj en sí, sino la forma en la que cuenta el transcurso del tiempo.
Algo que no me ocurría antes, es que cargo los relojes con recuerdos. Mi primer reloj, ese RUF que me encantaba y salió rana, los que me han acompañado en mis viajes por República Dominicana, los que me han regalado, y en suma aquellos con los que he compartido momentos que tiempo después, han resultado ser memorables. Instantes que los relojes han vivido conmigo, siendo parte de mí, fusionándose no solamente con mi muñeca, sino también en cierta forma, con mi alma y mi corazón. Son relojes que cuando me los pongo, siento sus recuerdos, como si devolvieran parte de la energía que obtuvieron en el pasado mientras compartíamos aquellos instantes.
También disfruto entendiéndolos, como el Casio GPR-B1000 cargado de funciones, hasta ese Vintro Le Mans que me encanta, pero que adelanta algo más de lo que me gustaría.
Cuando se trata de un mecánico, me agrada escoger un reloj de sus cajas, recordar si adelantaba o atrasaba, y ponerlo en hora con cierto margen para que vaya compensando esa desviación. Siendo consciente que ni siquiera los horarios de trenes que ya no salen a «y cuarto o a y media» sino a «y trece o a y treinta y uno» son exactos, y que por más que las pantallas indiquen lo contrario, partirá un minuto arriba o un minuto abajo sin que podamos hacer nada para remediarlo. Mi vida no depende de llegar un minuto antes o un minuto despues, sin embargo, en mi satisfacción si que influye un reloj mecánico, que funciona aprovechando la energía potencial de un muelle, sin pilas, con diminutos engranajes que aunque comprendo en teoría, sería incapaz de reproducir.
Al mismo tiempo me llenan también los relojes digitales de cuarzo, tal vez porque me recuerden mi infancia o mi juventud, pero en los que sigo teniendo aquella imagen de tecnología punta, de futuro.
En el exterior todos tienen su atractivo, desde aquellos robustos y sobredimensionados que hacen que me sienta como un super-hombre capaz de superar cualquier obstáculo, aún a sabiendas que realmente el reloj resistiría mucho más que yo mismo, hasta esos modelos sencillos y minimalistas, en donde su mérito está precisamente en la carencia de adornos.
Los relojes caros, por supuesto, esos que pocos tienen el privilegio de disfrutar, pero también los baratos, aquellos que han logrado que cualquiera que lo necesite pueda optar a él, a saber la hora en cualquier momento y en cualquier lugar.
Valoro por un igual las marcas históricas, esas que están llenas de herencia y de logros pasados. Las que conquistaron España, pero también las de la antigua Unión Soviética, las suizas, las alemanas… Del mismo modo que las marcas recientes, esas que pocos conocen y que se esfuerzan por dar algo diferente, algo que no son capaces de proporcionar las que están ya consagradas.
Porque la función de un reloj, no hay duda, es dar la hora. Pero detrás de eso, hay mucho más.
«mas de los que me gustaría», jeje… Creo que es precisamente eso lo que hace interesante a un reloj, no el objeto en sí, sino lo que representa y lo que hay detrás.
Buenas tardes D. Javier y lectores de la bitácora.
Entrañable entrada hecha desde los «rubíes de tu adentro».
Siempre que repaso aquellos «instantes que han fijado la fotografía» (L.E Aute) intento entrever el reloj que llevaba, pensar que fue de él y que es de mi me llena de una ligera melancolía. Momento parecido es cuando ansioso doy cuerda a mi único reloj automático esperando el milagro del movimiento.
Hay muchas reseñas de autores a aquello que has descrito, desde Pablo Neruda «oda a un reloj de en la noche», Lorca «claro del reloj» o el «instante» de JL Borges. Tal vez no demos a la historia el ingenio que mide nuestro finito en el infinito tiempo; pero si nuestro idioma con mil acentos y adentros lo define como nadie.
«Como muestra un botón» disfruten del siguiente poema de Cortazar, es una auténtica maravilla (son un par de minutos) si amas los relojes este es tu poema, sin duda.
https://www.youtube.com/watch?v=iHwE2wGeRbU
Enhorabuena D. Javier por el artículo.
Es que muchas veces los objetos que nos acompañan en nuestras vidas, acaban siendo más que eso, más que objetos. Algo de nuestra vida >Sergi. Gracias por las referencias. Sólo conocía el de Julio Cortázar y el de Borges. Voy a buscar los otros dos.
Está claro que muchas de nuestras reflexiones, ya las han tenido grandes pensadores de antaño, lo que pasa que como en mi caso, a veces nos falta memoria o conocimiento, y terminamos dándoles vueltas a lo mismo.
No se si ese pensamiento nuestro Estacion Telegrafica es algo bueno, una visión romántica y entrañable. O bien es un frikismo, atribuir cosas a un objeto que simplemente debería prestarnos servicio. En todo caso, no importa, y yo siempre los seguiré viendo como algo más.
Muy bonito post,Guti.
Creo que en mayor o menor medida,todos nos identificamos con el contenido de tu post.
La palabra frikismo,en si misma,se podría extrapolar a todo aquello que se sale de lo que debería ser,o se entiende que debería.
A nosotros,que nos gustan los relojes,sean del tipo que sean,nos sentimos identificados con ciertos modelos que a unos les acompañó en determinados momentos de su vida, recuerdos y vivencias asociados, quizá a ese reloj,o bien el año en que salió al mercado también puede significar por cosas que se viviera en ese año y ese reloj hace que recordemos esa época y fecha en concreto.
Pienso que el control y medición del tiempo,es algo que siempre ha fascinado,desde siempre.
Representa una ensoñación,una visión de instantes y vivencias,de encuentros y muchas historias personales que de un modo u otro,asociamos a eso,el tiempo.
Y como no,esa fantástica trilogía,que nose a vosotros,pero a mí me fascinó desde el primer minuto que la vi en su día,y hoy a mis casi 44 años,me sigue fascinando,como la primera vez.
Si,esa misma: Regreso al futuro.
Y como me hizo soñar con viajar en el tiempo,y creo que quizás a muchos de nosotros.
Aquí otro cuarentañero que también se quedó atrapado por los relojes. Cuando era niño, pocos tenian la suerte de tener uno, y mucho menos un modernísimo digital. Mi primer reloj era uno de agujas que me dejaba mi madre…hasta que lo rompí. Menos mal que unos meses después recibí un F-12 en la comunión.
Ese valor que tenían los relojes y muchas otras cosas, se ha perdido con la cultura del usar y tirar y con el exceso de producción y oferta que abaratan tanto las cosas «cotidianas».
Antes perder un simple bolígrafo era un pequeño drama…y no digamos romper un pequño electrodoméstico. Ahora en muchas ocasiones no compensa ni buscar ni reparar esos objetos.
Me imagino a los futuros cuarentañeros que nazcan en la década que va a comenzar recordando su primer reloj:
«… os acordáis del wereable que nos ponían nuestros padres para controlar nuestra posición y mandarnos mensajes…»
Espero que no.
Creo que es algo muy habitual WR_100. Seguro que la mayoría de lectores sienten pasión por los relojes desde la infancia. Puede ser que porque en aquella época un reloj, o al menos un buen reloj era algo muy avanzado y que no estaba al alcance de cualquiera… Al menos hasta que aparecieron los japoneses con sus digitales.