14,30 de un lunes cualquiera. He salido a comer. Acababa de llover, el suelo estaba mojado, y sorprendentemente el cielo ya estaba claro.
La Diagonal iba casi vacía como si fuera de madrugada. El suave murmullo lo engullía todo, y únicamente quedaba roto con el pasar de los coches que con las ruedas iban secando poco a poco el asfalto brillante.
A pesar de estar acompañado, me he vuelto a sentir vacío, solo y muy asustado.
Era un día extraño, y aunque he intentado evitarlo, al final he caído de nuevo dejándome llevar, y me he visto de repente pensado en ti. En ti y las circunstancias.
He recordado momentos juntos como reducidos a un instante. Un momento congelado y grabado a fuego en mi piel. En mi interior se ha hecho el silencio, al tiempo que poco a poco me iba introduciendo en mi, todo el paisaje que estaba contemplando ha pasado sin apenas darme cuenta a un segundo plano. Como si existiera solo para los demás. Como si yo estuviera en ese momento en un sitio diferente al que hacía breves instantes me encontraba. Como si yo ya no fuera yo, pero tampoco fuera otro.
Sabía que no estabas conmigo, pero por más de un momento te he sentido a mi lado. Notando al principio que me rozabas como no queriéndolo hacer, por pura casualidad. Cogiéndome de la mano con firmeza y ya a mi lado, disfruntando de ese momento que yo mismo había creado. Juraría que he oído tu risa.
– "¿Guti, te va bien si nos vemos a las 4?".
Enrique Granados con Paris. Los taxis de la parada todavía estaban mojados como si el rocío hubiera invadido la urbe. Es verdad, había llovido en un lunes cualquiera cuando yo iba a comer y el cielo estaba claro.
– "Ok, a las 4 en la mesa de cuentas".
Durante un abrir y cerrar de ojos, he estado contigo sin tu saberlo. Te he sido infiel con tu doble en mis pensamientos.
Todo pasa tan rápido que apenas tengo tiempo de asimilarlo y disfrutarlo. Lo único que se es que esos ratos ya han pasado.
– "Pep, ¿cómo lo tienes tu para las 4?"
Tu ya no estabas.