AGOSTO

7 de agosto

SAN ALBERTO DE TRÁPANI, PRESBÍTERO

OCarm: Fiesta - OCD: Memoria obligatoria

 
Hacemos hoy memoria del santo carmelita Alberto de Trápani. Siciliano de nacimiento, entró en los carmelitas todavía joven. Se distinguió por su fogosidad en la predicación y por sus milagros, que han dejado amplia huella en las leyendas y tradiciones populares de Sicilia. Se le representa con una azucena en la mano, símbolo de su amor a la pureza. Murió el 7 de agosto de 1307 y sus reliquias fueron dispersadas por toda Europa para bendecir el agua de san Alberto, empleada contra la fiebre en tiempos pasados.

Del Común de santos: para los religiosos.

Invitatorio

Ant. A Cristo el Señor corona de los sacerdotes, id, adorémosle.

El salmo invitatorio como en el Ordinario, en el Apéndice I, p.

 

Oficio de lectura

 Himno

Vosotros sois luz del mundo
y ardiente sal de la tierra,
ciudad esbelta en el monte,
fermento en la masa nueva.

Vosotros sois los sarmientos
y yo la Vid verdadera.

Si el Padre poda las ramas,
más fruto llevan las cepas.

Vosotros sois la abundancia
del reino que ya se acerca;
los doce mil señalados
que no caerán en la siega.

¡Dichosos porque sois limpios
y ricos en la pobreza,
y es vuestro el reino que solo
se gana con la violencia! Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. Establecido por él sobre Sión su monte santo, predicó sus preceptos.

Salmo 20, 2-8. 14

Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!

Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.

Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.

Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.

Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia.

Porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.

Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
 

Ant. Establecido por él sobre Sión su monte santo, predicó sus preceptos.

 Ant. 2. Me ha parecido bien predicar sus señales porque son grandes y sus prodigios porque son potentes.
 

Salmo 91

I

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo;
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.

¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!

El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.

Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.
 

Ant. Me ha parecido bien predicar sus señales porque son grandes y sus prodigios porque son potentes.

Ant. 3. La sabiduría clama por las calles, por las plazas alza su voz.
 

II

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.

Mis ojos despreciarán a mis enemigos,
y de los malvados que se levantan contra mí,
mis oídos escucharán desventuras.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
mi Roca, en quien no existe la maldad.
 

Ant. La sabiduría clama por las calles, por las plazas alza su voz.

V/.  Los labios del sacerdote guardan la ciencia.
R/. Y la ley se busca en su boca.
 

Primera lectura

De la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios ( 4,1-18)

El hombre interior se va renovando de día en día

Por esto, encargados de este ministerio por la misericordia obtenida, no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, no actuando con intri­gas ni falseando la palabra de Dios; sino que, manifestando la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo el mundo delante de Dios.

Y si nuestro Evangelio está velado, lo está entre los que se pierden, los incrédulos, cuya mente ha obcecado el dios de este mundo para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el Dios que dijo: Brille la luz del seno de la tiniebla ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo.

Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.

Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados; llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Pues, mientras vivimos, continuamente nos están entre­gando a la muerte por causa de Jesús; para que tam­bién la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De este modo, la muerte actúa en nosotros, y la vida en vosotros.

Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso habla­mos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él. Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.

Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día en día. Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que nos se ve es eterno.
 

Responsorio  (Cf. Mal 2, 6; Jr 7, 2a)

R/.  Transmitía la ley con fidelidad y no se encontraba fallo alguno en sus labios; * Caminaba conmigo en paz y en rectitud y apartaba del pecado a mucha gente.
V/. Ponte a la puerta del templo y proclama allí lo siguiente. * Caminaba conmigo.
 

Segunda lectura

De la Ignea Sagitta del prior general Nicolás Gálico
(Cap. VI, ed. Carmelus, IX, 1962, pp. 289-290, 286s).
 

Variedad admirable de institutos religiosos

 Hay en nuestra profesión tres artículos generales: la obediencia, la castidad, y la abdicación de la propiedad; los cuales se contienen comúnmente en la profesión de cada religioso. Atendiendo a estos tres artículos, ningu­na religión difiere de otra como no sea en el hábito, sino que son todas substancialmente casi una sola al abarcar el mismo contenido; si artículos iguales se cumplen igualmente, en todos se halla también igual dignidad de mérito.

A estos tres artículos generales, se le añaden otros, para vigorizar la observancia de los mismos, tanto en nuestra religión como en las demás; son artículos es­peciales por los cuales se diferencian unas de otras, las diversas religiones según el tenor de su estrechez en el más o en el menos. Atendiendo a estos artículos espe­ciales puede cada religioso por derecho común, con la debida licencia, pasar lícitamente a una mejor manera de vivir.

¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profun­dos tus designios! Cierto que el ignorante no los en­tiende ni el necio se da cuenta. ¿Quién conoció el pensamiento del Señor cuya sabiduría no tiene medida, o quién fue su consejero? He aquí que el Señor «cuya providencia no se engaña en la disposición de sí mis­ma», queriendo plantar una multitud de religiones en el huerto de su Iglesia militante, colocó próvidamente a unos con María en la soledad, a otros con Marta en la ciudad. A hombres adornados de ciencia, ocupados en el estudio de las sentencias de las escrituras y suficientemente dotados de honestidad de costumbres, los puso en la ciudad para que alimentasen al pueblo con el sustento de su palabra. Mientras que a otros más sencillos, con los cuales tiene una intimidad, dispuso que se adentraran en la soledad con el profeta que dijo: «He aquí que me alejé huyendo, y permanecí en el desierto. Esperaba al que me salvó de la pusilanimidad de espíritu y de la tempestad». Dijo demostrativamente «Ecce», llamando la atención sobre las palabras, como si quisiera decir: «Fíjate en lo que yo hice, y haz tú otro tanto. Porque huyendo del mundanal ruido, prolongué mi permanencia no dentro de los muros de la ciudad, no en el suburbio, no en el jardín o lugares adyacentes; es más, “me alejé huyendo, y permanecí en el desierto”, y en verdad “permanecí”, porque no volví a los pocos días a la ciudad, sino que permanecí en el desierto esperando al que me salvó de la pusilanimidad de espíritu y de la tempestad». A todos los religiosos, tanto en el desierto como en la ciudad con tales trazas los ha cuidado el Señor, que, en conformidad con las respectivas condiciones, según ha visto convenir a cada cual les ha ido dando por medio de los legisladores sapientísimamente las respectivas y más aptas formas de vida. Y es lo cierto que, quien plantó a nuestros padres en el desierto del monte, se dio a sí mismo por modelo a ellos y a sus sucesores, deseando que copiaran para ejemplo sus hechos que jamás carecen de misterio. Y esta regla de nuestro salvador, ciertamente santísima la siguieron muchos de nuestros antecesores: conoce­dores de la propia imperfección, prolongaban su mo­rada en la soledad del eremo; pero cuando ansiaban aprovechar a sus prójimos sin recibir daño en sí mis­mos, entonces bajando del eremo, cosechado el grano en la trilla de la predicación, sembraron generosamente lo que en la soledad habían suavemente segado con la hoz de la contemplación.

Responsorio (Cf. Ignea Sagitta, pp. 297-274)

R/. Es necesario subir al monte, al monte que es Cristo. * Adelantando de virtud en virtud.
V/. Meditando en la ley del Señor e velando en oración, no como forzados, sino por el movimiento del gozo espiritual. * Adelantando de virtud en virtud.

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O bien:

 
Del libro de la Institución de los primeros monjes
(Libro I, cap. 2; An. Ord. Carm. 3 [1914-1916], 348-349)
 

Escóndete junto al torrente Querit

 La palabra del Señor llegó a Elías diciendo: Sal de aquí, dirígete hacia  oriente y escóndete en el torrente Querit, frente al Jordán. Habrás de beber sus aguas.

Fijémonos en este mandato salvador, cuyo cumpli­miento inspiró a Elías el Espíritu Santo, y en esta codiciada promesa; a cuya consecución alentó. Noso­tros, los monjes ermitaños, debemos reflexionar sobre el sentido místico de cada una de estas palabras con tanta más atención, cuanto que en ellas se contiene cabalmente la instrucción o regla para alcanzar la perfección y el fin de la vida religiosa solitaria.

Ya se sabe que son dos los fines de la vocación eremítica. El primero, que podemos lograr con la ayuda de la gracia mediante nuestro propio esfuerzo y el ejercicio de las virtudes, consiste en ofrecer a Dios un corazón santo y limpio de toda mancha actual de pecado. Lo conseguimos de hecho, cuando, perfectos ya, moramos escondidos en el Querit, o sea, en aquel amor que, conforme al dicho del Sabio, cubre todas las faltas. Precisamente Yahvé en su designio de con­ducir a Elías hasta esta meta, le ordenó: Escóndete en el torrente Querit.

El segundo fin a que aspira el eremita es pura dádiva del Señor y lleva consigo el gustar de  algún modo en el corazón y experimentar en el espíritu el poder de la presencia divina y la suavidad de la gloria celeste, ya en esta vida, sin aguardar a la otra. Lo que se da a entender con la frase: «Beber del torrente de las delicias de Dios». Yahvé prometió a Elías el disfrute de este fin cuando le dijo: Habrás de beber sus aguas.

El monje ha de abrazar la vida profética y eremítica, movido por este doble fin, como lo insinúa el profeta: Mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua, ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! El anacoreta, por el hecho de haber escogido vivir en una tierra reseca, agostada y sin agua para presentarse ante Dios como en un santuario –el de su corazón limpio de pecado–, ­pone de manifiesto el primer fin de la vida solitaria que entraña la ofrenda a Dios de un corazón santo o limpio de todo pecado actual. Con la intención expresada en las palabras: para contemplar tu poder y tu gloria, indica a las claras el segundo fin de su vocación, que consiste en experimentar de algún modo o contemplar místicamente con los ojos del corazón el poder de la presencia divina, y en paladear la dulzura anticipada de la vida eterna.

Se llega a la primera de estas metas –la pureza de corazón– mediante la ascesis y la práctica de la virtud, con el auxilio de la gracia. Se gana la segunda –el conocimiento experimental del poder divino y de la gloria celeste– con la limpieza de corazón y la plenitud del amor, ya que el mismo Señor promete: El que me será amado por Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.

Responsorio  ( Jn 15, 15b. 9b. 16b)

R/. A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. * Permaneced en mi amor.
V/. Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. * Permaneced.

 
Himno Te Deum, en el Apéndice I, p.

La oración como en Laudes.
 

Laudes

Himno

Cristo, cabeza, rey de los pastores,
el pueblo entero, madrugando a fiesta,
canta a la gloria de tu sacerdote
himnos sagrados.

Con abundancia de sagrado crisma,
la unción profunda de tu Santo Espíritu
le armó guerrero y le nombró en la Iglesia
jefe del pueblo.

Él fue pastor y forma del rebaño,
luz para el ciego, báculo del pobre,
padre común, presencia providente,
todo de todos.

Tú que coronas sus merecimientos,
danos la gracia de imitar su vida,
y al fin, sumisos a su magisterio,
danos su gloria. Amén
 

Salmodia

Ant. 1. El hombre de manos inocentes y puro co­razón subirá al monte del Señor.

Los salmos y el cántico se hallan en el Apéndice lI, p.

Ant. 2. Gozoso con puro corazón. Cristo lo ensalzó con patente bondad.

Ant. 3. Dejadas las sendas del mundo, Cristo le trazó una vida de su agrado.
 

Lectura breve  (Rom 8, 28-30)

Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primo­génito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó; los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
 

Responsorio breve

R/. Santos y justos, * Alegraos en el Señor.
V/. Santos. Dios os eligió para heredad suya. * Alegraos. Gloria al Padre. Santos.

Benedictus, ant. Alberto, siervo de Dios, dirija prós­peramente nuestros pasos, y nos muestre claramente el camino de la paz.
 

Preces

A Jesucristo, sacerdote eterno que ha adornado con santidad y justicia a san Alberto de Trápani, supliquémosle diciendo:

Santifícanos, Señor, por tu Espíritu.

Tú, que quisiste que tu Buena Noticia fuera proclamada hasta el confín de la tierra,
- infunde fidelidad y celo en los predicadores del Reino.

Tú, que diriges tu grey por medio de superiores y rec­tores,
- concédenos maestros de espíritu santos y fieles.

Tú, que quieres que seamos sal de la tierra y luz del mundo,
- ilumina nuestras vidas con tu propia luz.

Tú, que prometiste tu visión a los limpios de corazón,
- inflama, purifica y sana nuestros corazones.

Tú, que diste a María como patrona y madre a la orden del Carmen,
- con su ayuda e intercesión graba más claramente tu imagen en nosotros.

Padre nuestro.

 

Oración

Señor, Dios nuestro, que hiciste de san Alberto un modelo de oración y de pureza y un fiel servidor de la Virgen María, concédenos que, imitando sus virtudes, podamos participar del banquete eterno de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Hora intermedia

Los himnos se hallan en el Apéndice II, p. ; las antífonas y los salmos de la feria correspondiente.
 

Tercia

Lectura breve  ( 2Tim l, 9)

Dios nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia que nos dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos.

V/. Nos condujo el Señor seguros, sin alarmas.
R/.  Nos hizo entrar por las santas fronteras.
 

Sexta

Lectura breve  (Dt 8, 5b-6)

El Señor, tu Dios, te ha corregido, como un padre corrige a su hijo, para que observes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo temas.

V/. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable.
R/.  Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
 

Nona

Lectura breve (Cf. Eclo 50, 4. 5. 12)

Él cuidó de su pueblo para evitar su ruina. ¡Qué glorioso era cuando, rodeado de su pueblo, subía hacia el altar sagrado (y) llenaba de gloria el recinto del santuario.

V/.  Lo eligió el Señor para ofrecer el sacrificio.
R/. En recuerdo de intercesión por su pueblo.

La oración como en Laudes.
 

Vísperas

Himno

Cantemos al Señor con alegría,
unidos a la voz del pastor santo;
demos gracias a Dios, que es luz y guía,
solícito pastor de su rebaño.

Es su voz y su amor el que nos llama
en la voz del pastor que él ha elegido,
es su amor infinito el que nos ama
en la entrega y amor de este otro cristo.

Conociendo en la fe su fiel presencia,
hambrientos de verdad y luz divina,
sigamos al pastor que es providencia
de pastos abundantes que son vida.

Apacienta, Señor, guarda a tus hijos,
manda siempre a tu mies trabajadores;
cada aurora, a la puerta del aprisco,
nos aguarde el amor de tus pastores. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. El que obra honradamente y practica la justicia vivirá en la montaña del Señor.
 

Salmo 14

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.

El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,

el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará.
 

Ant. El que obra honradamente y practica la justicia vivirá en la montaña del Señor.

Ant. 2. Como el sol que brilla, así él resplandeció en el templo de Dios.
 

Salmo 111

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.

Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad dura por siempre.

En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos,
porque jamás vacilará.

El recuerdo del justo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.

Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad dura por siempre
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.

La ambición del malvado fracasará.
 

Ant. Como el sol que brilla, así él resplandeció en el templo de Dios.

Ant. 3. Cantaban los santos un cántico nuevo delante del trono de Dios y el Cordero, y resonaban sus voces por toda la tierra.
 

Cántico
Ap 15, 3-4

Grandes y admirables son tus obras,
Señor, Dios omnipotente;
justos y verdaderos tus caminos,
rey de los pueblos.

¿Quién no temerá
y no dará gloria a tu nombre?

Porque vendrán todas las naciones
y se postrarán ante ti,
porque tú solo eres santo
y tus justas sentencias han quedado manifiestas.
 

Ant. Cantaban los santos un cántico nuevo delante del trono de Dios y el Cordero, y resonaban sus voces por toda la tierra.

 

Lectura breve   (Eclo 50, 6-7. 10)

Como el lucero del alba en medio de las nubes, como la luna en su plenilunio; como sol refulgente sobre el templo del Altísimo, como el arco iris brillando entre nubes de gloria; como olivo cargado de frutos, como ciprés erguido hasta las nubes.

 
Responsorio breve

R/.  A mí me fue dada la gracia de evangelizar * La inescrutable riqueza de Cristo. A mí me fue dada.
V/. Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora manifestada mediante la Iglesia. * La inescruta­ble. Gloria al Padre. A mí me fue.

 
Magníficat, ant. Oh Alberto, padre egregio, que gozas siempre del don de la gracia, mira a quienes te alaban en la tierra y presenta sus votos al Señor.
 

Preces

A Dios padre, fuente de toda santidad, que nos llama al seguimiento de Cristo, roguemos:

Santifica, Señor, a tu Iglesia.

Padre santo, que has querido que nos llamemos y seamos hijos tuyos,
- haz que la Iglesia santa, extendida por toda la tierra cante tus alabanzas.

Tú, que llamas a los sacerdotes para que sirvan la mesa eucarística,
- haz que todos los fieles gocen de lo-S frutos del misterio pascual.

Tú, que por Cristo reconciliaste el mundo contigo,
- guarda en su nombre a tus fieles para que todos seamos uno.

A todos los que aman y cultivan la pureza de corazón,
- concédeles ser testigos de tu presencia en el mundo.

Llama a hijos que se consagren plenamente a ti,
- y sigan más de cerca a Cristo virgen, pobre y obe­diente.

Recibe a nuestros hermanos difuntos en el reino eterno,
- para que puedan contemplar tu rostro

Padre nuestro.
 

Oración

Señor, Dios nuestro, que hiciste de san Alberto un modelo de oración y de pureza y un fiel servidor de la Virgen María, concédenos que, imitando sus virtudes, podamos participar del banquete eterno de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
 
 


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