MAYO

25 de mayo

SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZI, VIRGEN

OCarm: Fiesta - OCD: Memoria obligatoria

 
Nació en Florencia, el año 1566. Fue educada en un ambiente de sólida piedad. Entró en el Carmelo, donde llevó una vida oculta de oración y abnegación. Rogaba ardientemente por la reforma de la Iglesia. Dirigió por el camino de la perfección a sus hermanas de comunidad. Célebre por sus carismas. Falleció el año 1607.
 

Del Común de vírgenes.

Invitatorio

Ant. A Jesús, esposo de las vírgenes, a quien tanto amó Magdalena, venid, adorémosle. (T. P. Aleluya).

El salmo invitatorio como en el Ordinario, en el Apéndice I, p.
 

Himno

Esta mujer no quiso
tomar varón ni darle su ternura,
selló su compromiso
con otro amor que dura
sobre el amor de toda criatura.

Y tanto se apresura
a zaga de la huella del Amado,
que en él se transfigura,
y el cuerpo anonadado
ya está por el amor resucitado.

Aquí la Iglesia canta
la condición futura de la historia,
y el cuerpo se adelanta
en esta humilde gloria
a la consumación de su victoria.

Mirad los regocijos
de la que por estéril sollozaba,
y se llenó de hijos
porque el Señor miraba
la pequeñez humilde de su esclava. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. Sale contento, como un héroe, a recorrer su camino. Aleluya
 

Salmo 18 A

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los limites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
 

Ant. Sale contento, como un héroe, a recorrer su camino. (T. P. Aleluya).

Ant. 2. Mi lengua es ágil pluma de escribano. (T. P. Aleluya).
 

Salmo 44

I

Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.

Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.

Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad,
la mansedumbre y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.

Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.

Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso Dios, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.

A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
 

Ant. Mi lengua es ágil pluma de escribano. (T. P. Aleluya).

Ant. 3. Olvida la casa paterna: prendado está el rey de tu belleza. (T. P. Aleluya).
 

II

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.

La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

«A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra».

Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
 

Ant. Olvida la casa paterna: prendado está el rey de tu belleza. (T. P. Aleluya).

V/. Me enseñarás el sendero de la vida. (T. P. Aleluya).
R/. Me saciarás de gozo en tu presencia. (T. P. Aleluya).

 
Primera lectura

Del libro del Cantar de los cantares  (2, 1-5. 8-14. 16-17a; 7, 10; 8, 6-7)

Contra mí enarbola su bandera de amor

Soy un narciso de la llanura, una rosa de los valles. Como rosa entre espinas es mi amada entre las mozas. Como manzano entre árboles silvestres, es mi amado entre los mozos: desearía yacer a su sombra, pues su fruto me es dulce al paladar. Me llevó al banquete, y enarboló sobre mí la bandera de su amor. Tendedme entre las tortas de pasa, recostadme entre manzanas, porque estoy enferma de amor.

¡Un rumor…! ¡Mi amado! Vedlo, aquí llega, saltando por los montes, brincando por las colinas. Es mi amado un gamo, parece un cervatillo. Vedlo parado tras la cerca, mirando por la ventana, atisbando por la celosía.

Habla mi amado y me dice:

- «Levántate, amada mía, hermosa mía y vente». Mira, el invierno ya ha pasado, las lluvias cesaron,  se han ido. Brotan las flores en el campo, llega la estación de la poda, el arrullo de la tórtola se oye en nuestra tierra. En la higuera despuntan las yemas, las viñas en flor exhalan su perfume. «Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente». Paloma mía, en las oquedades de la roca, en el escondrijo escarpado, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz: es muy dulce tu voz y fascinante tu figura».

Mi amado es mío y yo suya, ¡se deleita entre las rosas! Hasta que surja el día y huyan las tinieblas.

Tu paladar es un vino exquisito que entra fácilmente, que se desliza suavemente entre mis labios.

Grábame como sello en tu corazón, grábame como sello en tu brazo, porque es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; sus dardos son dardos de fuego, llamaradas divinas. Las aguas caudalosas no podrán apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Quien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, sería sumamente despreciable.
 

Responsorio (Cf. Cant 3, 11)

R/. Muchachas de Jerusalén, salid; contemplad, muchachas de Sión, al rey Salomón con la corona que le ciñó su madre. * El día de su boda, día de fiesta en su corazón. (T. P. Aleluya).
V/. Colocó sobre la cabeza de su esposa la corona le espinas, que había sido puesta sobre su cabeza. * El día de su boda.

 
Segunda lectura

Del libro de las revelaciones y del libro de la prueba, de santa María Magdalena de Pazzi, virgen
(LH II, pp. 1533-1534, o III, pp. 1256-1257)

Ven, Espíritu Santo

 Realmente eres admirable, Verbo de Dios, haciendo que el Espíritu Santo te infunda en el alma de tal modo que esta se una con Dios, le guste y no halle su consuelo más que en él.

El Espíritu Santo viene al alma, sellado con el sello le la sangre del Verbo o Cordero inmolado; más aún, la misma sangre le incita a venir, aunque el propio Espíritu se pone en movimiento y tiene ya ese deseo.

Este Espíritu, que se pone en movimiento y es consustancial al Padre y al Verbo, sale de la esencia del Padre y del beneplácito del Verbo y viene al alma como una fuente en que esta se sumerge. A la manera que dos ríos confluyen y se entremezclan y el más pequeño pierde su propio nombre y asume el del más grande, también actúa así este divino Espíritu al venir al alma y hacerse una sola cosa con ella. Pero, para ello, es necesario que el alma, que es la más pequeña, pierda su nombre, dejándolo al Espíritu; esto lo conseguirá si se transforma en el Espíritu hasta hacerse una sola cosa con él.

Este Espíritu, además, dispensador de los tesoros del seno del Padre y custodio de los designios del Padre y el Hijo, se infunde en el ánimo con tal suavidad que su irrupción resulta imperceptible, y pocos estiman su valor.

Con su peso y su ligereza se traslada a todos aquellos lugares que encuentra dispuestos a recibirle. Se le escucha en su habla abundante y en su gran silencio; penetra en todos los corazones por el ímpetu del amor, inmóvil y movilísimo al mismo tiempo.

No te quedas, Espíritu Santo, en el Padre inmóvil y en el Verbo y, sin embargo, permaneces siempre en el Padre y el Verbo,  en ti mismo y en todos los espíritus bienaventurados, y en todas las criaturas. Eres necesario a la criatura por razón de la sangre del Verbo unigénito, quien, debido a la vehemencia de su amor, se hizo necesario a sus criaturas. Descansas en las criaturas que se disponen a recibir con pureza la comunicación de tus dones y tu propia semejanza. Descansas en aquellos que reciben los efectos de la sangre del Verbo y se hacen digna morada tuya.

Ven, Espíritu Santo. Que venga la unión del Padre, el beneplácito del Hijo. Tú, Espíritu de la verdad, eres el premio de los santos, el refrigerio de las almas, la luz en las tinieblas, la riqueza de los pobres, el tesoro de los amantes, la hartura de los hambrientos, el consuelo de los peregrinos; eres, por fin, aquel en el que se contienen todos los tesoros.

Ven, tú, el que, descendiendo sobre María, hiciste que el Verbo tomara carne; realiza en nosotros por la gracia lo mismo que realizaste en ella por la gracia y la naturaleza.

Ven, tú, alimento de los pensamientos castos, fuente de toda misericordia, cúmulo de toda pureza.

Ven, llévate de nosotros todo aquello que nos impide el ser llevados por ti.
 

Responsorio (1Cor 2, 9-10)

R/. Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar * Lo que Dios ha preparado para los que lo aman. (T. P. Aleluya).
V/. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. * Lo que Dios ha preparado.

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Oficio de la vigilia

Ant. A media noche se oyó una voz: «¡Que llega el Esposo, salid a recibirlo!». (T. P. Aleluya).

Cántico
I
Jr 17, 7-8

Bendito quien confía en el Señor

Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 11, 28)


Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
 

Cántico
II
Eclo 14, 20-21; 15, 3-4a. 6b

Felicidad del sabio

Todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón (Lc 7, 35)


Dichoso el hombre que se aplica a la sabiduría
y razona con su inteligencia.

Dichoso el que presta atención a sus caminos
y se fija en sus secretos.

Lo alimenta con pan de inteligencia
y le da a beber agua de sabiduría.

Si se apoya en ella, no vacilará,
y un nombre eterno recibirá en herencia.
 

Cántico
III
Eclo 31, 8-11

Dichoso el hombre que no se pervierte por la riqueza

Haceos un tesoro inagotable en el cielo (Lc 12, 33)


Dichoso el rico de conducta intachable
que no corre tras el oro.

¿Quién es? Lo felicitaremos,
pues ha hecho maravillas en su pueblo.

¿Quién sufrió esta prueba y fue hallado perfecto?

Será para él un título de gloria.

¿Quién pudo transgredir la ley y no la transgredió,
hacer el mal y no lo hizo?

Sus bienes se consolidarán,
y la asamblea proclamará su bondad.
 

Ant. A media noche se oyó una voz: «¡Que llega el Esposo, salid a recibirlo!». (T. P. Aleluya).
 

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42)

María ha escogido la parte mejor

 

En aquel tiempo, yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.

Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.

Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:

- «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».

Respondiendo, le dijo el Señor:

- «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

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Himno Te Deum, en el Apéndice I, p.

La oración, como en Laudes.

Laudes

Himno

Nos  apremia el amor, vírgenes santas;
vosotras, que seguisteis su camino,
guiadnos por las sendas de las almas
que hicieron de su amar amor divino.

Esperasteis en vela a vuestro Esposo
en la noche fugaz de vuestra vida,
cuando llamó a la puerta, vuestro gozo
fue contemplar su gloria sin medida.

Vuestra fe y vuestro amor fue fuego ardiente
que mantuvo la llama en la tardanza,
vuestra antorcha encendida asiduamente
ha colmado de luz vuestra esperanza.

Pues gozáis ya las nupcias que el Cordero
con la Iglesia de Dios ha celebrado,
no dejéis que se apague nuestro fuego
en la pereza y sueño del pecado.

Demos gracias a Dios y, humildemente,
pidamos al Señor que su llamada
nos encuentre en vigilia permanente,
despiertos en la fe y en veste blanca. Amén.
 

Ant. 1. Como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! (T. P. Aleluya).

Los salmos y el cántico se hallan en el Apéndice II, p.

Ant. 2. Libremente confieso a Cristo; de Cristo está sedienta mi alma; deseo estar por siempre con Cristo.(T. P. Aleluya).

Ant. 3. Con tambores y danzas, con trompas y flautas, todo ser que alienta alabe al Señor. (T. P. Aleluya).
 

Lectura breve (Flp 3, 8a. 10-11)

Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, murieron su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.
 

Responsorio breve

R/. Oigo en mi corazón:  Buscad mi rostro. * Aleluya, aleluya. Oigo en mi corazón.
V/. Tu rostro buscaré, Señor. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. Oigo en mi corazón.
 

Benedictus, ant. Gustad y ved qué bueno es el Señor; los que buscan al Señor no carecen de nada. (T. P. Aleluya).
 

Preces

El Padre y el Hijo celebran perennemente en el Espíritu Santo el gozo de su amor. Asociados nosotros a la vida de ellos por la gracia, clamemos:

     Gloria y alabanza a ti, Señor.

Cristo, Verbo eterno, que, descendiendo a la tierra, la colmaste de tu gracia,
- alegra nuestro corazón con tu presencia.

Cristo, que, por tu sangre vertida en la cruz, clamas de continuo al Padre,
- purifica nuestros corazones para que vivamos el misterio del amor trinitario.

Cristo, que, con el Padre nos diste el Espíritu Santo,
- concédenos que él infunda en nuestras mentes sentimientos de santidad y transforme nuestra vida.

Cristo, de cuyo costado abierto surgió la Iglesia, a la que alimentas con tu preciosa sangre,
- haz que sea asociada a la Santísima Trinidad en los gozos eternos.

Cristo, que restauraste nuestra vida mortal,
- sáciala plenamente con el esplendor de tu vida eterna.

Padre nuestro.
 

Oración

Señor Dios, tú, que amas la virginidad, has enriquecido con dones celestiales a la virgen santa María Magdalena de Pazzi, cuyo corazón se abrasaba en tu amor; concede a cuantos celebramos hoy su fiesta imitar los ejemplos de su caridad y su pureza. Por nuestro Señor Jesucristo.

 



Hora intermedia

Tercia

Lectura breve (Sab 7, 7-8)

Supliqué y me fue dada la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y a su lado en nada tuve la riqueza.

V/. Tu espíritu que es bueno, me guíe por tierra llana. (T. P. Aleluya).
R/. Por tu nombre, Señor, consérvame vivo. (T. P. Aleluya).
 

Sexta

Lectura breve (Cf. Eclo 33, 19. 23-24a)

Escuchadme, grandes del pueblo; jefes de la asamblea, prestad oído. Sé dueño de todos tus asuntos, no dejes que se manche tu reputación.

V/. Tened cuidado de vosotros y de todo el rebano. (T. P. Aleluya).
R/. Como pastores de la Iglesia de Dios que él adquirió con su propia sangre. (T. P. Aleluya).
 

Nona

Lectura breve (Is 35, 1. 2b)

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo. Le ha sido dada la belleza del Carmelo.
 

V/. Os traje a la tierra del Carmelo. (T. P. Aleluya).
R/. Para que comáis su fruto y sus bienes. (T. P. Aleluya).

La oración, como en Laudes.
 



Vísperas

Himno

Dichosa tú, que, entre todas,
fuiste por Dios sorprendida
con tu lámpara encendida
para el banquete de bodas.

Con el abrazo inocente
de un hondo pacto amoroso,
vienes a unirte al Esposo
por virgen y por prudente.

Enséñanos a vivir;
ayúdenos tu oración;
danos en la tentación
la gracia de resistir.

Honor a la Trinidad
por esta limpia victoria.

Y gloria por esta gloria
que alegra la cristiandad. Amén.
 

Salmodia

Ant. 1. Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. (T. P. Aleluya).

Salmo 112

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.

Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo.

A la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.
 

Ant. Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. (T. P. Aleluya).
Ant. 2. En la casa de la Madre de mi Señor, hablaba paz y pureza. (T. P. Aleluya).
 

Salmo 121

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!

Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.

Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».

Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
 

Ant. En la casa de la Madre de mi Señor, hablaba paz y pureza. (T. P. Aleluya).
Ant. 3. Rescatados con la sangre de Cristo, sellados con el Espíritu Santo, vivamos para alabanza de la gloria del Padre. (T. P. Aleluya).
 

Cántico
Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en los cielos.

Él nos eligió en Cristo,
antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos
e intachables ante él por el amor.

Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en el Amado.

En él, por su sangre,
tenemos la redención,
el perdón de los pecados,
conforme a la riqueza de la gracia
que en su sabiduría y prudencia
ha derrochado sobre nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad:

El plan que había proyectado
realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
 

Ant. Rescatados con la sangre de Cristo, sellados con el Espíritu Santo, vivamos la alabanza de la gloria del Padre. (T. P. Aleluya).
 

Lectura breve (Ef 3, 8-11)

A mí, el más insignificante de los santos, se me ha dado la gracia de anunciar a los gentiles la riqueza insondable de Cristo; e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los principados y potestades celestes conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo, Señor nuestro.
 

Responsorio breve

R/. El Padre de nuestro Señor Jesucristo nos dé el conocimiento del amor de Cristo. * Aleluya, aleluya. El Padre de nuestro Señor.

V/. Hasta que os vayáis llenando hasta la total plenitud de Dios. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. El Padre de nuestro Señor.
 

Magníficat, ant. Te llevaré al desierto, te hablaré al corazón. Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y ternura. (T. P. Aleluya).
 

Preces

Alabemos a Cristo, que santificó con su gracia a santa María Magdalena, y supliquémosle:

Danos, Señor, tu Espíritu de santidad.

Cristo Salvador, asiste a la Iglesia, tu Esposa, hasta el fin, y que tu Espíritu Santo la lleve a la  plenitud de la unidad,
- para que todos los hombres conozcan al Padre, fuente de toda vida.

Cristo Salvador, que tus sacerdotes sean testigos veraces del Evangelio,
- y que haya un solo rebaño y un solo Pastor.

Cristo Salvador, a cuantos participamos en la mesa de tu amor, únenos con el vínculo del Espíritu,
- y haz que aumente el amor entre todos los hombres.

Cristo Salvador, por intercesión de santa María Magdalena, haz que toda la familia carmelita viva la fraternidad evangélica,
- y sirva a todos los hombres con diligencia y amor.

Cristo Salvador, que con tu muerte y resurrección abriste las puertas del cielo,
- admite a nuestros hermanos difuntos en tu reino eterno.

Padre nuestro.

 

Oración

Señor Dios, tú, que amas la virginidad, has enriquecido con dones celestiales a la virgen santa María Magdalena de Pazzi, cuyo corazón se abrasaba en tu amor; concede a cuantos celebramos hoy su fiesta imitar los ejemplos de su caridad y su pureza. Por nuestro Señor Jesucristo.
 
 


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